martes, 31 de enero de 2017

Escribe una historia con: Brindis, reloj detenido, fuegos artificiales.

El viejo reloj en la pared marca las 23:12. 
Una mujer baja las escaleras apresuradamente. Lleva puesto un vestido rojo que abraza sus curvas y sus tacones negros resuenan contra el suelo de parqué. Con una mano se coloca un mechón de cabello caoba detrás de la oreja, mientras con la otra recoge un pequeño bolso de mano sobre la mesa. Mira la hora y suspira con alivio. Aún es temprano, pensó que había tardado más en arreglarse.
La víspera del año nuevo no ha terminado, aún tiene tiempo de llegar a la plaza, donde se supone que se encontraría con él. 
Si es que está ahí... Más temprano han tenido una pelea a gritos sobre algo que ahora le parece una estupidez. 
Debe llegar antes de las doce campanadas, o él pensará que no lo ama. 
Recoge su bolso y su pintalabios y se da una ultima mirada en el espejo. 
Escucha la explosión de fuegos artificiales. Luego el timbre. 
Contrariada se acerca a la puerta, pensando que es algún vecino que viene a dar el feliz año adelantado. 
Abre la puerta. Frente a sus ojos hay dos docenas de claveles rojos —sus favoritos—, los toma sorprendida y se encuentra frente a frente con su amado. 
—¿Qué... —empieza a decir, pero él la calla. 
—Cuando no llegaste, pensé que había terminado. Pero, ¿como puedo renunciar a ti tan fácilmente? —su mirada azul la paraliza, le hace pensar de nuevo en lo estúpida que fue su pelea. 
—¿Que no llegué? Pero si falta más de media hora, mira el... —antes de terminar la frase, se da cuenta y se echa a reír.
—¿El reloj? —pregunta el, sonriendo mientras la observa llorar de la risa. 
—Es que no le has cambiado la batería, te dije que nos traería problemas. Ya ves. 
—Tenías toda la razón —dice él, entrando y cerrando la puerta a su espalda—. Te prometo que te haré caso de ahora en adelante.
El la toma de la cintura y ella deja caer las flores para enredar su manos en su cabello. 
—Feliz año nuevo, amor mío.
Ella sonríe, y en su mirada hay adoración. 
—Feliz año nuevo princesa —se inclina para besarla. Se detiene a pocos centímetros. Se aleja. Ella lo mira confundida—, pero primero voy a cambiarle la batería al reloj. 
Ella ríe y niega con la cabeza, luego lo besa. 
Pronto olvidan el reloj detenido, amándose mientras en el cielo brillan los fuegos artificiales. 

***

Muchas vísperas de año nuevo después, tantas que duele contarlas, se encuentran una vez más en el recibidor de su hogar a las 12:00 del primer día del año. Rodeados de familia. De sus hijos y nietos. Ha llegado el momento del brindis. Todos se acercan para escuchar. Levantan las copas de champán.
—Otro año se fue, otro empieza. Este año quiero brindar por una cosa...
Todos esperan
—¡Por los relojes detenidos! ¡Salud!





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